Somos los perfectos parabatai. Protegiéndonos las espaldas sin descanso, nunca nos separarán, amigas y compañeras hasta el final.
.........................................................................................................................................................................................................................Ave Atque Vale. "For you to be my eyes when I do not have them. For you to be my hands when I cannot use my own. For you to be my heart when mine is done beating."

sábado, 26 de octubre de 2013

Metamorfosis -3-




Me niego al paso del tiempo a cambio de nada. Me niego a la calma vacía, hueca, sin reflexión, a pensamientos pasivos disfrazados de una falsa tranquilidad. Me entrego por completo a la reflexión, a la aventura, a la retirada a tiempo. No soy parte de ellos. No quiero ser como vosotros. Vosotros, que arrancáis, destruís, retrasáis, quemáis. No quiero esa vida. Quiero creer, crear, crecer, luchar. La gente lucha por su futuro, pero yo solo quiero que me devolváis mi presente. No voy a vivir como vosotros lo hacéis, si es que a eso se le llama vivir. Gracias a vosotros, ahora, cuando miro al frente, no veo un futuro aún sin escribir, veo un enorme precipicio que no podré esquivar por mucho tiempo. Al final tendré que saltar… Pero eso no importa. Porque si salto, sé que sobreviviré. Simplemente lo sé. Sé que el impacto no será mortal. Que lo superaré. A mí ya no me dais miedo. Se estamparán contra el suelo los que tengan miedo, los que no confíen, los que se queden parados. Los amantes de la palabra “imposible”, los que no se atrevan a sacarle la lengua a la vida.
Porque yo solo quiero vivir. No me importan las lágrimas que tenga que derramar, ni el sufrimiento, ni el dolor, ni me importa el miedo ni la tristeza. Ojalá pudiera salir de aquí. No me importa nada que no sea la vida.
Me da igual lo que penséis de mí, me dan igual vuestros consejos, esos que decís siempre que son “por mi bien”. Vosotros y vuestras malditas excusas. ¿No os dais cuenta del daño que hacéis? Mucha gente ya se ha rendido, pero yo voy a dar la cara, y no importa lo que pase después. Solo importa el presente: aquí, ahora y siempre.
Todo forma parte de esta dura metamorfosis.
~Si nosotros ardemos, tú arderás con nosotros~ KATNISS EVERDEEN, “THE HUNGER GAMES”.




**Nota: Estoy desde un ordenador extraño y no puedo poner mi firma, pero que sepáis que soy Clara xD

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Metamorfosis -2-


 

Agua, peces y libros. Criaturas marinas que deslizan sus ondulantes cuerpos ante mí. Es como estar soñando, como estar dormido sin estarlo. La musicalidad de las burbujas que danzan a mi alrededor se mezcla con el sonido y el olor del agua salada. Estoy en un universo de un azul infinito.
Las rocas y los corales que se adhieren a ellas cuentan historias en un lenguaje nunca descifrado, y un crepúsculo acuoso y sin sentido se divisa al fondo de esta nada eterna…
Y otra vez de vuelta a esta ensoñación de cristal, volando por el agua, nadando sobre el cielo hasta parajes deshabitados, compartiendo la belleza de la sencillez con esas criaturas de la noche. Las olas se duermen y la profundidad mágica de este mundo parece no tener fondo, parece querer que la explores hasta los rincones más recónditos. Las notas musicales de los musgos se meten en tus oídos hasta llegar a tu cabeza e invadir tu mente con trozos de mar verde, y los peces nadan a tu alrededor, produciendo un susurro de todo y nada, acariciando la superficie de lo ajeno, rozando la locura excesiva. Llorando por las estrellas perdidas de la noche. Anunciando la muerte de un sol que nunca llegará. Recogiendo con tesón las lágrimas de luna que caen como lluvia sobre el agua y revuelven tu pelo.
Cómo me gustaría estar allí y no ser prisionera de esta eterna metamorfosis.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Páramos. Capítulo 3.



A la mañana siguiente me despierto cubierta por una capa húmeda y fría de sudor, y un terrible sentimiento de terror ocupa mi mente: ¿Y si lo que he visto formara parte del futuro que nos espera? Vale, sé perfectamente que eso de ver visiones es imposible, pero algo me dice que lo que he visto esta noche es peligroso. Mucho más que una noche de pesadillas, como la de hoy, lo que he visto va mucho más allá que un simple susto. Palidezco mientras me pongo el uniforme para ir al valle donde me encontraré con el resto de los nominados y Yurena Ravenclaw. Cuando pienso esto, un escalofrío me recorre la columna vertebral, y me doy cuenta de que realmente estoy aterrada. No es para menos, supongo, pero darme cuenta de que lo que estoy sintiendo es miedo me horroriza mucho más. Entonces, lo veo. Abro los ojos como si hubiera estado dormida todo este tiempo, y me hubieran echado encima una jarra de agua fría. Como si el telón se hubiese alzado de pronto, descubriendo el decorado del fondo: ¡este es mi problema! ¡Me aterra el miedo! Por alguna extraña razón, haber descubierto esto me proporciona una cálida sensación de alivio, como una caricia tranquilizadora. Creo que ya estoy preparada para bajar, comer bastante (ya que puede que no coma en unas cuantas horas, o incluso días), despedirme e irme. No quiero alargar esto más de lo necesario, o le estaré dando una importancia que no merece. ¿O tal vez sí? Quién sabe… Es posible que muera, ¿de verdad que eso no me importa? ¿Es que no valoro mi vida? Por supuesto que lo hago, me apresuro a responderme mentalmente, mientras me peino, echándome el pelo hacia atrás e intentando trenzármelo como hace mi madre. Lo que pasa, argumento enseguida, intentando convencerme a mí misma, es que no quiero preocupar a las personas que me quieren. No quiero asustar a mamá, ni a Mónica. ¿Y tú? ¿Es que no te quieres? ¿Acaso intentas librarte a ti misma de tus preocupaciones?, me tienta una vocecita en mi cabeza. Está claro, necesito acallar esta horrible voz comiendo algo o no lo soportaré más. Bajo los escalones de dos en dos, y entro en la cocina. Mi hermana y mi madre están allí, caminando de un lado para otro, nerviosas, intranquilas. Porras. Tenía que haber previsto esto antes, ahora no me dejarán marchar sin antes haber derramado un reguero de lágrimas, abrazos y despedidas tristes. No es que sea de esas que odian las despedidas, al contrario, prefiero decir un desolador y doloroso “adiós” para dejar claro que me voy antes que andarme con rodeos, pero sé que mi madre no las soporta. No soporta verme marchar, entonces, ¿por qué insiste en hacerlo? Pongo los ojos en blanco, pero Mónica ya me ha visto y corre hacia mí. No me abraza, me coge de la mano y desliza un objeto entre mis dedos. El tacto de esa manita pequeña y suave hace que me estremezca. ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por qué no he planeado con Noé una fuga antes del amanecer? ¿Por qué no nos hemos esforzado en comprender el motivo por el que se han cambiado las reglas de las pruebas, y hemos peleado hasta el final para combatir esta horrible injusticia? Es que no competimos contra niños. No competimos con gente de nuestro pueblo, con gente de nuestra edad. Competimos con unos chavales con más entrenamiento que nosotros, con más experiencia, con más fuerza, al menos física.
Aprieto con fuerza el objeto que me ha dado Mónica, me siento como si me estuviera yendo a la guerra, y en cierto modo es así. No quiero mirar lo que me ha regalado, porque sé que me pondré a llorar, y con las lágrimas que ya predigo que van a caer, prefiero contenerme. Mi autocontrol es lo único que me queda. Eso y mi ingenio. Dios mío, esto es un suicidio. ¿Qué lechugas estoy haciendo? ¡Me estoy entregando, como si mi cuerpo, mi vida tuvieran tanta importancia como una simple hoja de papel! Mi madre avanza a grandes zancadas hacia mí, y me estrecha entre sus brazos.
-Ada, yo…
-Mamá, por favor, sabes perfectamente que me quedo a desayunar -le digo, intentando relajar las tensiones.
-Lo sé, cariño. Te he preparado chocolate a la taza… Sé que no hay mucho dinero, pero un día nos lo podemos permitir -me responde. Ese detalle por su parte hace que me conmueva. Me vuelvo hacia mi hermana, para no tener que mirar a mi madre:
-¿Has desayunado ya?
-No -me contesta Mónica, mirándome con sus enormes e imperturbables ojos dorados. -Te estaba esperando para desayunar contigo.
-Bien -lanzo una ansiosa mirada hacia su taza. Está llena hasta el borde de leche normal, la leche que bebemos casi todos los días, recién ordeñada de las cabras del pueblo. De pronto siento un ramalazo de compasión y tristeza hacia mi hermana, seguramente mi madre se ha dado cuenta de que no contábamos con el dinero suficiente como para llenar dos tazas de chocolate y solo ha llenado la mía. Me vuelvo hacia mi madre, que se ha dado cuenta de lo que yo estaba pensando. -Esto, mamá, ¿por qué…?
-Mónica ha pedido leche -me interrumpe ella apresuradamente. -Dice que no le gusta demasiado el chocolate…
Mi hermana asiente enérgicamente, pero yo ya no puedo tragarme ese líquido espeso y dulce que me quemará la garganta y me hará sentir como se sienten las hijas de matrimonios ricos mientras mi hermana se bebe la leche de siempre. Simplemente no puedo. Pero tampoco debería desperdiciar el dinero que se ha gastado mi madre. En nuestra familia jamás se ha malgastado nada de comida, ni un solo alimento, nunca. No podemos permitirnos el lujo de elegir lo que nos gusta o no.
Sin embargo, se me ocurre una idea mejor. Vierto la mitad de mi chocolate en la leche de Mónica, sé de sobra que le gusta pero ha dicho que no para que me lo beba yo. Así ganamos las dos. Me bebo la otra mitad sin decir palabra, a decir verdad, ninguna de las tres decimos nada.
Sobre las ocho y media me levanto de la silla, dirigiéndome hacia mi madre:
-Tengo que irme ya.
-Espera, ¿no quieres que te peine? -me pregunta, con un brillo de nostalgia en sus ojos. Asiento, intentando tragarme las lágrimas. Mi filosofía es esta: cuando tus sentimientos no van a hacer bien a nadie, ni siquiera a ti, mejor no mostrarlos. Pero algo me dice que, si intento ocultarle algo a mi madre, me estoy equivocando. Nunca conseguiría ocultarle algo, ni con el mayor esfuerzo del mundo. Me lleva al espejo del baño, y veo mi reflejo, un reflejo que me cuesta reconocer. ¿Yo, esa chica que luchaba por un mundo justo, va a entregarse a algo ilegal, en vez de pelear por lo sus derechos? ¡Tengo quince años, joder! ¡No soy un perro de caza, ni un anzuelo! Pero no tengo valor para enfrentarme a esa gente que me quiere ver con un puñal en la mano, intentando matar al enemigo; o yaciendo muerta en el suelo. Si Yurena Ravenclaw ha dicho que son superiores a ella, prefiero no imaginarlo siquiera.
Siento los dedos de mi madre, delicados en mi pelo, intentando desenredar los nudos inevitables. Alcanza el peine y me trenza el cabello, como siempre, pero esta vez es especial, porque no sé cuando volveré a sentir el cálido tacto de sus dedos en mi pelo. Siempre lo mismo, pero nunca igual.
Creo que intenta tardar todo lo que puede, no quiere separarse de mí y yo tampoco de ella. Ojalá tuviera el valor suficiente para reclamar lo que es mío. Pero después de unos minutos, me doy cuenta de que si seguimos jugando a esto de tardar a propósito, no llegaré a tiempo al Valle, y entonces sí que rodarán cabezas.
-Mamá -digo con suavidad, -tengo que irme ya, se hace tarde.
Ella me mira en el espejo, nunca había visto tanta tristeza en su rostro, salvo aquella vez… Me estremezco. Ella sabe que no puede acompañarme, igual que Mónica. Sin embargo, me sorprende su fortaleza cuando murmura:
-Lo sé.
Nos dirigimos hacia la puerta de casa. No puedo llevar nada, son las normas, así que escondo el pequeño objeto que me ha dado mi hermana en uno de los bolsillos del uniforme. Mi madre se acerca a mí y me abraza con todas sus fuerzas:
-Puedes -la oigo susurrar. -Sé que puedes.
Mónica se acerca a mí, y me aprieta la mano:
-Te voy a echar de menos.
-Yo también -respondo, en un tono de voz apenas audible. Cruzo la puerta intentando tardar el menor tiempo posible, y cierro con suavidad. No quiero que mamá y Mónica se queden mirando mientras me voy. Saco el pequeño regalo de mi hermana del bolsillo. Está envuelto en un papel que huele a casa. Lo desenvuelvo con muchísimo cuidado, y después, con delicadeza, deslizo el presente en mi mano. Es un colgante en forma de pluma de cristal azul. Solo Mónica conoce mi afán por escribir, nadie me ha visto nunca hacerlo, aparte de ella. Solo ella ha leído algunos de mis relatos. Una lágrima traicionera resbala por mi mejilla, y me siento como si estuviera andando descalza sobre hielo. He comprendido el mensaje: “Vuelve, escribe, sé tú. No cojas el arco como si esa fuera tu única naturaleza”. No sé cómo, pero desobedezco como nunca antes lo había hecho, y sigo andando sin mirar atrás.



                                                                           ***
Llego al Valle, casi con retraso. Sabía que llegaba tarde, pero no he podido correr. Me pesan los pies como si fueran de plomo, ni siquiera sonrío cuando veo allí a Noé mirarme preocupado, y al resto de los nominados lanzándome miradas que no sé interpretar, no sé si son de compasión o de alegría de verme y comprobar que no he huido. Yurena Rawenclaw está ahí, con sus hombre. Un Irabita esboza una sonrisa sádica, y sin avisar, lanza un disparo al aire:
-Las pruebas comienzan… ¡YA!

viernes, 13 de septiembre de 2013

Metamorfosis - 1

Cierro de golpe el libro y alzo la vista. Bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? Una nueva lección sobre tristeza y tormenta amarga. Ya nada es lo que era. Todo es esto, una metamorfosis eterna de secuelas, y ¿dónde te has metido? Ya no te veo, y mi único consuelo es esta forma de escritura desenfrenada. Y si vas sin frenos, pueden pasarte dos cosas: una, que te sientas libre por fin y que por suerte tu camino esté despejado y no te pase nada; o dos, que te embales y te choques contra algo. Y yo ahora siento que me he metido el golpe más grande de mi vida.
¿Por qué todo cambia? Si todo antes estaba bien, ¿por qué toda la luz se echó a perder? No quiero seguir recibiendo gritos histéricos. No voy a seguir esperando al borde de la carretera. Me aburro. Te echo de menos. ¿Por qué no paras de escribir chorradas? Miedo a no dar todo lo que se espera de mí. Miedo a estar desperdiciando mi vida de la forma más mísera posible. Agua al cuello. Preocupación, histeria, desinterés. ¿Sobreviviré? No se vive una gran vida si no se tienen grandes objetivos. Disparé. Agua y sangre. Yo no quiero esta vida. Yo no elegí nacer. A lo mejor debería no haber nacido, y…
De vuelta a mis orígenes. ¿Dónde estoy? No me reconozco. Sin memoria, sin recuerdos. Hay recuerdos que es mejor borrarlos. Borrar. Borrar. Borrar. Eliminar. Papelera de reciclaje. Quemé todas tus fotos. Lloro frente al fuego, desesperadamente, pero, ¿por qué? No me entiendo. No te entiendo. Estoy llorando por algo que no recuerdo. Tal vez porque ahora la niña buena se ha metido en líos. Tal vez porque sé que podría haber tenido una vida mejor. Una vida que viví y que ahora no recuerdo. He apagado toda llama. Y el suspiro se ha ahogado en medio de esta eterna metamorfosis.

jueves, 8 de agosto de 2013

Portada by Bluxen para Glaekia by Huevo Frito

Hola, nephilims!
Bueno, ayer terminé una portada para una historia, y pensé: Qué mejor sitio para enseñársela al mundo que aquí.
La portada me la pidió mi parabatai para una de sus historias... bueno, más que pedírmela, fue algo así:
Clara: Parabatai, ¿me enseñas a hacer portadas como las haces tú?
Ane: ¡YO TE LA HAAAAGOOOOOOO!
Clara: ¡NO! NO HACE FALTA, YA LA HAGO YO.
Ane: QUE NOOOOO, QUE ME HACE ILUSIÓN, YO TE LA HAGO!!!!!
Clara: Jo, parabatai, qué buena eres.
Ane: No digas mentiras, leches.
El caso es: La historia se llama 'Las Crónicas de Glaekia: El enigma de las siete tormentas', y juro que lo poco que he leído me ha encantado. La portada quedó así, al final:


Bueno, espero que os guste ^^ Me costó lo mío, pero... bueno, me gustaría saber vuestra opinión, así que ¡comentad!
Ave atque vale


Las mejores canciones también se acaban.


18 de marzo de 2015.
El flequillo castaño le cae sobre la frente. Unos ojos color verde manzana recorren con nerviosismo los ejercicios del cuaderno, intentando memorizar el teorema de Pitágoras. Sus zapatillas de skater parecen moverse por sí solas, y le tiemblan las rodillas. Intenta encontrar en clase algún cuaderno ajeno en el que pueda hallar la solución a las ecuaciones que ella no ha logrado descifrar, y por casualidad, su mirada se encuentra con unos penetrantes ojos azules. Vaya, ese chico es afortunado. A él sí que se le dan bien las matemáticas, seguro que saca otro diez. Espera… ¿afortunado? ¡No! ¡Se le han olvidado las gafas! ¿Cómo puede ser? ¡Nunca se le han olvidado las gafas en un examen! Desde que esa chica de ojos verdes se sienta tan cerca de él, está realmente despistado. Se regaña a sí mismo, intentando evitar la mirada de su compañera, y justo entonces, empieza a sonar una melodía en clase. Los ojos verdes buscan en el bolsillo, ¿acaso es posible que se haya dejado el móvil encendido? Reza para que nadie se haya dado cuenta, pero entonces ve al chico de ojos azules mirándola. Está intentando reprimir una carcajada, claro, ¿quién no se reiría de ella? ¡Se ha dejado el móvil encendido! La verdad es que últimamente está atontada… Intenta apagarlo por todos los medios, pero la canción de Impossible, de James Arthur, no parece querer de dejar de sonar. Él le sonríe, tranquilizador, y murmura un: “Qué buen gusto musical tienes” en voz baja. Muy bien, ahora uno está ciego porque se le han olvidado las gafas; y a la otra casi la expulsan por dejarse el móvil encendido. Por lo menos, se han unido en un lazo que nada podrá romper.
25 de noviembre de 2017.
Otra vez sola en casa. Las lágrimas le resbalan gélidas por las mejillas. Hace menos de dos horas, su madre le ha contado lo sucedido, pero no termina de creérselo. Su vida ya no tiene sentido, no habría ninguna diferencia entre morirse ahora y seguir viviendo. ¿De qué sirven los coches, si todo siempre acaba en muertes? Muerte. La palabra pesa en su estómago como un barril, sale por sus labios, su garganta y sus ojos, y forma una nube negra que se adhiere al espejo. Ahora ve esa palabra flotando en sus pupilas cada vez que se mira. Igualmente, hace dos horas que ya no se reconoce. Rompe a llorar, abrazándose las rodillas en la cama. De pronto, su móvil empieza a sonar con el tono de Impossible. Solloza, buscándolo en el bolsillo. SU canción. Ya nunca más volverá a oírla abrazada a él. Descuelga, secándose la cara con las mangas.
-¿Sí?
-Escucha, yo…
-No hace falta que me diga nada, señora –responde, intentando no romper a llorar de nuevo. –Ya lo sé todo.
Otro suspenso en matemáticas. Él nunca podrá volver a olvidarse de sus gafas. La melodía del móvil ya se ha silenciado. Y es que las mejores canciones también se acaban.

sábado, 13 de julio de 2013

Páramos. Capítulo 2.

Alguien me levanta del suelo, y oigo una voz que chilla:
-¡Excelente! ¡Realmente excelente! ¡Has tardado dos segundos en caerte al suelo cuando los Irabitas han dicho tu nombre, casi tanto como Harry Potter cuando vio a un dementor por primera vez!
Oh, qué bien. Lo que nos faltaba. Xemerius, mi metomentodo e imbécil entrenador ha visto todo el espectáculo, igual que (supongo) toda la multitud que se apiña a nuestro alrededor.
-¿Estás bien? -me pregunta Noé.
-¡Pues claro que NO está bien! -espeta Xemerius antes de que yo pueda responder. -¡Está mal, muy mal, sobre todo de la cabeza! ¿Pero tú te crees que esto es normal, niña llorica? ¡Todavía no han empezado con las pruebas! Dios nos ampare, ¡a saber cuánto tiempo tardas en montarla otra vez tú!
Si los melones cayeran del cielo, daría mi vida por ver a uno caer sobre la cabezota pelada de Xemerius. Sin embargo, no tengo tiempo para pensar: una mujer está llamando a los nominados por su nombre y apellido, y me da en la nariz que será mejor que estemos preparados para cuando nos llame.
-Esa es Yurena Ravenclaw -me explica Noé. -Parece ser que vamos a reunirnos con ella y con el resto de los nominados antes de que empiecen las pruebas.
-Pero... -murmuro aturdida. Muy bien, Ada Sage. Te desmayas y la primera palabra que dices (si a eso se le puede llamar "decir") es un mediocre y simple "pero". -Pero -repito, esta vez con más firmeza -, esto es un error. Ni Noé ni yo tenemos diecisiete años, Xemerius. Tienes que solucionar esto.
-Escúchame bien, preciosa: tú y tu cabeza sangrante debéis ir ahora mismo con Yurena Ravenclaw, o ella misma se encargará de que enmarquen vuestros cuerpos disecados en la puerta de su habitación -replica mi entrenador, alzando las cejas. -Ya negociaréis con ella lo que tengáis que negociar.
-¿Negociar? -pregunta Noé, abriendo unos ojos como platos. -¡Que yo sepa, la gente no suele negociar mucho con los nominados, Xemerius!
-No, y que tú sepas, tampoco -añado, apoyándole. Xemerius nos escruta con la mirada a los dos, con esa cara que pone cuando está a punto de soltar: "¿Pero qué diablos estáis tramando vosotros dos?". Sin embargo, esta vez no dice nada, si no que nos empuja hacia la multitud:
-¡Ya hablaréis en otro momento! -grita. Irritada, busco a Noé con la mirada, y le encuentro al lado de los demás nominados. Me coloco a su lado. Yurena Ravenclaw recorre con sus ojos (más bien, con el cristal oscuro de sus gafas) los rostros de los pobres, desgraciados y sin futuro nominados. Nuestros rostros, básicamente. Mientras tanto mi cabeza da vueltas a toda prisa casi puedo imaginarme un millón de engranajes girando, encajando entre ellos, emitiendo un ruido terrorífico y metálico en mi cerebro. Primero me imagino cómo serán los ojos de Yurena Ravenclaw: ¿serán dos enormes pozos negros, como los de un feérico? ¿O más bien tendrán un color azul, como si fueran dos bloques de hielo flotando en el agua? Mi mente sigue imaginando colores: verde punzante y hermoso, gris frío y despiadado, marrón oscuro y cálido.... Enseguida en mi mente se dibuja otro pensamiento mucho más útil: ¿Cuál sería la forma perfecta de matar a Xemerius para que pareciera un accidente? Mi ira hacia él va aumentando por momentos, pero de pronto una voz me saca de mis sangrientas, sádicas y placenteras ensoñaciones:
-¡Ada Sage y Noé Asensio! -exclama Yurena. Su voz es una especie de trueno en medio del barullo. Y, como los truenos, previene del peligro de "tormentas", porque desde luego, la que nos va a caer a nosotros no es para menos. Veo a Noé avanzar hasta una cosa enorme parecida a una cúpula que yo, no sé cómo, no he visto hasta ahora. Así que le sigo, pues supongo que eso es lo que se debe hacer en estos casos, seguir a tu razonable y sensato amiguito, siempre que tú seas un ignorante como yo.
Nos detienen dos hombres cuando estamos a punto de entrar en la cúpula, y nos preguntan de qué ciudad somos, nuestro nombre y nuestra edad. La última pregunta es la crucial, pues cuando Noé le contesta que yo solamente tengo quince años, y que él tiene dieciséis, se quedan mirándonos misteriosamente, como si en realidad ya supieran la respuesta; percibo un deje de compasión en sus ojos.
Nos hacen pasar dentro de la cúpula y subir una escalerilla, por la que llegamos a una especie de "panel de control" que se parece muchísimo al de una nave espacial. Alrededor de una enorme mesa redonda de hierro color gris oscuro se han sentado los demás nominados. Deduzco por la cantidad que somos los últimos. De repente me acuerdo de que no me he despedido de mi madre ni de Mónica, y a saber si después de esto vuelvo a verlas pronto. Miro a Noé, y él me devuelve la mirada. Le conozco demasiado bien como para saber de sobra que él está pensando en lo mismo. Seguramente tampoco se ha despedido de sus padres ni de su hermana Luna, que tiene la misma edad que Mónica. No tenemos tiempo de expresar nuestros temores en voz alta, ya que de pronto entra Yurena en la sala, seguida de un par de hombres vestidos con traje y corbata. Mi instinto me dice que me siente, pero mis pies me lo impiden. Estoy paralizada. ¿Por qué? No lo sé. ¿Miedo? Tal vez. Yurena no se ha quitado sus gafas oscuras, para mi disgusto. De pronto, la veo acercarse peligrosamente a mí, y las manos comienzan a sudarme.
-¿Eres Sage? -me pregunta. Asiento débilmente. Ella señala una silla: -Siéntate.
Hay que ver lo rapidito que obedezco ahora. La parálisis en los pies se me ha curado como por arte de magia. Por suerte, sigo estando al lado de Noé. Me acabo de dar cuenta de que el resto de los nominados me están mirando un poco... Raro, por decirlo de alguna manera. Creo que les da un poco de asco mi herida sangrante, como si fuera un muslo de pollo recién arrancado, o algo así. Qué bonito.
-Eregor -murmura Yurena a uno de sus hombres. Éste asiente, y se dirige a nosotros, hablando como si fuera un robot programado o algo así:
-Queridos tributos nominados, os hablamos desde la cara misma del poder y el éxito para recordaros que vosotros también tenéis la oportunidad de poder llegar a hablar desde esta cara. Esta oportunidad son las pruebas que se os plantean todos los años, a las que solo algunos privilegiados tenéis la oportunidad de asistir en primera persona. Estas pruebas comenzarán mañana, y finalizarán cuando solo quede vivo uno de vosotros. Si quedaran dos, y fuese endemoniadamente difícil hacer que alguno muriera, entonces podría barajarse la posibilidad de que los dos sean ganadores. Tendréis que luchar entre vosotros, la comida será el fruto de vuestro ingenio, el premio por seguir vivos. ¿Alguna duda?
En realidad, tengo muchas dudas. La primera sale de mi boca antes de que pueda detenerla:
-Disculpe, pero no puedo entender una cosa. Verá, Noé Asensio y yo somos menores de diecisiete años. No podemos participar, lo prohíbe la ley.
Algunos nominados me miran comprensivos, tal vez hayan estado hablando sobre nosotros y lo mucho que se compadecen de nuestras miserables vidas antes de que llegáramos.
-Las leyes cambian -esta vez es Yurena Ravenclaw la que responde, y solo dice eso.
-¿Sería muy arrogante preguntarle por qué no nos han avisado antes de este contratiempo, Yurena Ravenclaw? -pregunta Noé con cautela. No puedo disimular una sonrisa al oír que la llama por su nombre completo, y es que es imposible llamarla de otro modo. Yurena suena demasiado amigable, Ravenclaw suena imperativo, y llamarla "señora" o "señorita" quedaría ridículo en una persona tan... ¿Dura? ¿Temible? ¿Aterradora?
-Sí, sí que lo sería -responde la mujer, clavando sus cristales oscuros en Noé. Casi puedo sentir el corazón de mi mejor amigo latiendo desenfrenadamente a causa del miedo. -Lo sería si me lo preguntaras a mí -añade, despacio. -Pero, hagamos una cosa que bien puede parecer un disparate y una falta de respeto hacia nuestra cultura: fingiremos que no me has preguntado, y yo te responderé como si hubiéramos llegado a algún extraño acuerdo, que es precisamente lo que hemos hecho.
Yurena Ravenclaw se inclina hacia adelante y murmura:
-No hemos podido avisaros porque nosotros mismos acabamos de enterarnos hoy. No lo hemos decidido nosotros. Lo han decidido otras personas con más poder y derecho para dar órdenes. Créeme, Asensio -Noé se sobresalta al oír su apellido. -No hay nadie, aparte de tu gato, que lo lamente más que yo.
Se hace el silencio en la sala. Un silencio bizarramente confidencial.
-¡Bien! -repone enseguida Yurena en su tono enérgico y potente de siempre. -No hace falta decir que todo esto es secreto profesional y que solo vuestras familias deben enterarse. Ya os podéis marchar. Nos veremos mañana a las nueve en punto en el Valle de Ancestia.
                                 ***
Por la noche, en mi casa, me tumbo en la cama, pensando que tal vez Yurena Ravenclaw no sea tan mala como la pintan, que menos mal que no hemos empezado hoy (aún me da tiempo a ver a mi madre y a mi hermana, por suerte), y que Xemerius es un maldito bastardo cavernícola. ¿Por qué no ha dado la cara y nos ha defendido hoy? Sin embargo, tengo la sensación de que mi mala suerte no ha hecho más que empezar.
Lo llamo mala suerte porque llamarlo ruina del diablo sería demasiado alarmante. Aunque la ocasión en sí ya lo es. Mañana vamos a enfrentarnos con gente más mayor que nosotros. Llamémoslo operación suicidio, a secas.
No tardo en dormirme, y en mis peores pesadillas aparecen las gafas de Yurena, mi herida, los zapatos desgastados de Noé, la sonrisa socarrona de Xemerius. Después, escenas de sangre. Los rostros de los nominados se desfiguran. Y de pronto, una imagen muy nítida: Noé cayendo al suelo bajo el cortante filo de una espada.
 

viernes, 12 de julio de 2013

Mi nombre es Khan (reseña de la película).

Escribo esto ahogándome en mis propias lágrimas de emoción al recordar esta película. No hay palabras (de momento) para describirla, si luego se me ocurre algo, lo pongo xD Dentro con la información:
Está protagonizada por Shahrukh Khan y Kajol. Narra la historia de un hombre musulmán, síndrome de Asperger, su mujer y su hijastro en la época de los atentados del 11-S de 2001. Esta es una película basada en hechos reales: El 14 de agosto de 2009 (probablemente cuando todos estábamos felizmente de vacaciones), Shahrukh Khan fue detenido en el Aeropuerto Internacional Libertad (libertad, irónico el nombrecito) de Newark por culpa de su apellido. Debido a la indignación que esto causó en la India (supongo que con razón), el gobernador Arnold Schwarzenegger le invitó a cenar. En el estreno de "MI nombre es Khan", el partido político hindú Shiv Sena se rebeló contra la película, hasta que se prohibió el filme. Pero bueno, voy con la sinopsis:
Khan es un hombre musulmán con síndrome de Asperger al que detienen en un aeropuerto por lo que he explicado antes. Es una persona muy inteligente, pero no tiene doble sentido del sarcasmo, por ejemplo, o se toma todo muy literalmente. Por ejemplo, y para que lo entendáis, cuando alguien le dice: "¡Pasa, estás en tu casa!", él entiende literalmente que está en su casa, y pregunta: ¿Pero cuándo he comprado yo esta casa? Cosas así Wink
Este hombre vivía con su madre, hasta que está murió, según él "su corazón se hizo demasiado grande por tanta bondad y no pudo seguir latiendo". Así que Khan se va a San Francisco con su hermano, un hombre de negocios que nunca le comprendió, ni trató de mostrar empatía por su enfermedad. Por suerte, la mujer de su hermano, experta en psicología, le ayuda a defenderse y a sobrellevar su problema en la gran ciudad. Comienza a vender productos para la piel y el cabello, y conoce a Mandira, una peluquera de la que se enamora. Se hacen amigos, ella por lo menos parece comprenderle, y él la desafía diciendo que, si le enseña un solo lugar que ella no conozca de la ciudad, deberá casarse con él. Ella acepta, y acaban casándose a pesar de las dificultades que tienen (ella es hindú, y Khan es musulmán), y lo logran al final. El hijo de Mandira pasa a ser el hijastro de Khan, por lo que su apellido pasa a ser un apellido musulmán.
Tras el atentado de las torres gemelas, se desarrolla en todo el país una tremenda fobia hacia el islam, y unos niños le pegan una tremenda paliza al hijo de Mandira, matándole. Mandira, convencida de que su matrimonio ha sido lo que ha matado a su hijo (la culpa, según ella, la tiene el apellido recién cambiado), se enfada muchísimo con Khan, y, desesperada, le dice que si quiere volver, deberá ir a decirle al presidente: "Mi nombre es Khan, y no soy un terrorista".
Os dejo mi opinión:
Sinceramente, es una película perfecta. Lloraréis hasta deshidrataros, la crisis de cleenex os invadirá, los mocos se os saldrán hasta por las orejas, pero habréis aprendido una lección de vida: que en el mundo, solo hay dos tipos de personas (no, no voy a decir las que chupan la nutella del cuchillo y las que no xD): las buenas y las malas. No hay más diferencias.

jueves, 20 de junio de 2013

Runas en mi Piel. Fic de Cazadores de Sombras - Capítulo 1

Capítulo 1

Naia y yo habíamos sido los mejores amigos desde que tenía uso de razón. Nos gustaba escaparnos de nuestras clases y correr por los desiertos pasillos del Instituto, huyendo de nuestro mentor, que nos perseguía hasta quedarse sin aliento.
     Solíamos ir juntos al parque y hacer carreras para ver quién escalaba antes un árbol, y después de que ella me ganara (siempre lo hacía), nos quedábamos tumbados en las ramas contándonos cosas mientras veíamos cómo el viento movía las hojas del árbol.
     Ella tenía un año menos que yo, una deslumbrante melena rubia, ojos verdes grisáceos, y una enorme sonrisa; era bajita, delgada y muy ágil, por lo que escalaba muy bien. También era muy inteligente, y dibujaba genial.
     Naia era mi alma gemela. Allá donde estuviera ella, estaba yo. Nos divertíamos juntos, y mi vida en el Instituto habría estado vacía sin ella. Cuando jugábamos al escondite, era un hacha. Siempre se buscaba un nuevo lugar donde ocultarse, y yo acababa desistiendo a encontrarla, por lo que ella se reía de mí constantemente.
     El lugar favorito de Naia era la enorme biblioteca que ocupaba una gran parte del ala izquierda del Instituto. Cuando ella estaba triste, solía esconderse en un pequeño y oscuro hueco que había entre dos estanterías, y muchas veces se quedaba dormida allí, con lo cual pasaban varias horas sin que nadie la hubiera visto, y todos los habitantes del instituto se volvían histéricos buscándola. Me costó varios años encontrar el lugar donde se escondía, pero desde entonces fue como nuestro escondite secreto.
     Cuando la madre de Naia, la directora del Instituto y un importante escaño en La Clave se iba de viaje a Alacante, cosa que ocurría a menudo, Naia y yo solíamos quedarnos al cuidado de mis padres, que cada vez que jugábamos juntos o reñíamos por cualquier tontería se miraban y decían cosas como “Ay, que bonita pareja...”. Entonces yo abrazaba a Naia por la espalda hasta casi aplastarla, y ella soltaba uno de sus “¡Aaarghhh! ¡Quita!”, y me empujaba lejos. Yo me reía de ella, que me miraba con asco, y mis padres soltaban risitas tontas. Los mayores solo pensaban en tonterías y en cosas aburridas como el amor.
     Si mis padres tenían una misión de última hora (básicamente, todas las misiones lo eran) y tenían que salir cuando la madre de Naia se encontraba fuera, nos quedábamos al cuidado del profesor Sigh, un Nefilim viejo y gordo que hacía mucho que había dejado de luchar para dedicarse a la enseñanza. El profesor era nuestro mentor, y nos daba aburridas clases de religión y latín “para educaros en el arte de los guerreros Nefilim”, como él solía decir. Naia era una estudiante muy aplicada y sacaba siempre muy buenas notas, pero yo me aburría mucho en clase, porque me parecía una tontería que un Cazador de Sombras tuviera que saber latín para matar a un demonio. Yo tenía muchas ganas de cumplir los 12 años para comenzar a aprender a luchar como hacían mis padres.
     Cuando nos quedábamos con el profesor siempre nos estábamos burlando de él, haciendo tonterías como peleas de bolitas de papel entre nosotros (bolitas que nunca acertaban el objetivo e iban a parar a la calva del profesor Sigh) o corriendo de un lado al otro del Instituto mientras éste nos perseguía sin aliento, hasta que acababa tirado en el suelo, rojo como un tomate y sudando como un pollo, intentando recuperar el aliento. Le gustaba murmurar cosas como: “No dais más que problemas. Cuando seáis mayores seréis unos revolucionarios, puedo verlo. Lo que nos espera a todos cuando estos dos crezcan...”. Creo que él nos odiaba bastante, y cuando le hacíamos esas cosas solía mandarnos el doble de deberes, aunque merecía la pena por ver su cara.
     Pero cuando Naia y yo nos encontrábamos a solas con su madre, la cosa cambiaba completamente. La madre de Naia, Lynette, una Cazadora de Sombras de origen francés, era una mujer muy seria y estricta. La familia de Naia se suponía que era muy rica, y como solía decir su madre, “provenimos de una larga estirpe con sangre de la realeza, y debemos hacer honor a nuestro apellido comportándonos como unas damas de nuestra categoría se supone que deben hacer”. Naia había sido educada para ser una señorita, y bien que lo demostraba cuando estaba en presencia de su madre. Pero yo sabía que dentro de ella escondía un alma rebelde, que no estaba de acuerdo con la educación que le proporcionaba su madre, un alma guerrera. Alma de Cazadora de Sombras.
     Lynette era una mujer cuadriculada, ordenada y estricta. Siempre vestía de gris y llevaba su cabello rubio platino recogido en un perfecto moño estirado sobre la nuca. Su espalda estaba recta como una vara, y juntando eso con su seria cara y su agria mirada, daba una impresión imponente y aristocrática. Pero aristocrática al estilo de esas viejas estiradas de las películas históricas. Su aspecto hacía que pareciera, al menos, diez años más vieja de los treinta y dos que tenía por aquel entonces. No se parecía en nada a su hija, no tenía espíritu de Cazadora de Sombras. No me gustaba.
     Cuando estábamos con su madre, Naia dejaba de ser mi alocada mejor amiga para convertirse en una pequeña dama de postura correcta y palabras corteses. Yo intentaba lo más que podía portarme como un buen chico, pero era incapaz de resistirme a sacar una sonrisa de la cara seria de Naia, y siempre acababa picándole o poniendo caras raras hasta que ella no podía más y soltaba una risita. Entonces su madre bajaba la aburrida revista que siempre estaba leyendo, levantaba la mirada hacia nosotros, nos miraba echando chispas por los ojos, y decía:
     —De verdad, hija, no sé cómo puedes relacionarte con personajes tan maleducados y rebeldes. Eso no es propio de una señorita.
     Entonces yo le sacaba la lengua con odio, y Naia contestaba:
     —Pero, madre —sí, llamaba madre a Lynette, ella era muy estricta con respecto a eso—, Jar es mi mejor amigo. No tengo más amigos aquí, no es justo que me prohíbas estar con él.
     Entonces ella me miraba de nuevo con odio, suspiraba, y se iba murmurando “este chico solo va a darnos problemas...”, y cosas por el estilo. Yo miraba cómo se iba con una sonrisa de suficiencia, y después comenzaba a pinchar a Naia en el hombro con mi dedo, hasta que ella empezaba a reír y gritaba: “¡Para, idiota!”. Entonces se tapaba la boca para ocultar su risa, esperando que su madre no la hubiera oído. Y entonces yo estaba seguro de que había recuperado a mi mejor amiga.
     Siempre tuve la sensación de que no le gustaba a Lynette. Nunca supe por qué lo hacía. Quiero decir, era un niño algo revoltoso, muy rebelde, y en su opinión no era adecuado para una “señorita” como Naia, pero no recordaba haberle hecho algo tan horrible como para que me odiase. Ella simplemente me miraba con odio cada vez que me veía, como si hubiera algo hecho algo tan malo que no podía cambiar. Siempre se quejaba de mí, y buscaba cualquier excusa para reñirme por mis inocentes bromas.
     Pasó el tiempo, y yo cumplí doce años. Las clases con el profesor Sigh pasaron a un segundo plano, y comencé a entrenarme junto con mi padre para aprender a luchar. Durante unos meses aprendí más sobre los Nefilim entrenando de lo que lo había hecho sentado en una silla. Aprendí a usar las armas, técnicas de todas las clases de artes marciales, a defenderme, y sobre todo, a defender a los demás.
     En ese tiempo estuve algo separado de Naia, pero ella solía ir a verme entrenar cuando terminaban sus clases, y cuando yo acababa me sonreía, decía lo bien que lo había hecho, me revolvía el pelo y me daba una botella de agua. Después íbamos juntos a dar una vuelta, y nos contábamos mutuamente lo que habíamos aprendido ese día.
     Antes de que me diera cuenta, había pasado un año, y ya era la edad de Naia de comenzar a entrenar. Cuando se lo comenté ella rió emocionada, y fuimos a preguntarle a mi padre cuándo comenzaría a entrenar con nosotros.
     Lo encontramos en el despacho de Lynette, hablando con ella. Bueno, no sé si hablar es la definición correcta. Más bien estaban gritando.
     —Es una Cazadora de Sombras, Lynn —decía mi padre—. Es su obligación como tal ser entrenada para luchar.
     —¡Naia ha sido educada para ser una señorita, no una asesina! —contraatacaba Lynette— Tal vez tenga sangre Nefilim, pero nunca permitiré que sea como vosotros. Soy su madre y su tutora, y le prohíbo acercarse a la sala de entrenamiento. No permitiré que le ocurra algo malo, y es mi última palabra, Roger.
     La madre de Naia se giró para marcharse cuando nos vio a los dos espiando. Miré a mi amiga. Sus ojos estaban brillantes por las lágrimas.
     —Madre, yo... —comenzó a decir con la voz rota, pero antes de acabar la frase su madre cruzó la sala en dos zancadas, la cogió de la mano y se la llevó de allí.
     Miré cómo se desplazaban por el pasillo a la velocidad de las largas zancadas de Lynette. Naia se giró para mirarme con sus preciosos ojos llenos de lágrimas, diciendo con su expresión “Ayúdame”.
     Me dispuse a salir corriendo hacia donde ella estaba cuando sentí la pesada mano de mi padre sobre mi hombro.
     —Déjala, Jareck.
     —Pero...
     —No puedes hacer nada, hijo —me cortó—. Déjalo.
     Le miré con odio mientras la ira se deslizaba sobre mí.
     —¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡No es justo! Naia estaba tan emocionada de que por fin iba a entrenar con nosotros, y esa idiota ha...
     —Basta —volvió a cortarme mi padre, esta vez mucho más serio. Se arrodilló junto a mí y me miró. Sus ojos grises, reflejo de los míos, estaban llenos de dureza y a la vez tristeza. Justo como imaginaba que estarían los míos, ahora que la ira comenzaba a desvanecerse y la impotencia se abría paso en mi corazón.
     —Lynette es la madre de Naia —dijo mi padre—, da igual lo que ella o cualquiera de nosotros quiera, al final es ella la que tendrá la última palabra. Aunque si la Clave se entera de esto y Naia reivindica que quiere ser entrenada como Cazadora de Sombras, poco podrá hacer ella por evitarlo.
     Terminó con un suspiro. Al principio pensé que esa era una opción genial para solucionarlo, pero algo en la mirada de mi padre me indicó que no era buena idea. Tal vez porque no quería meterse en problemas con la Clave, o tal vez porque la madre de Naia era muy importante en ésta y seguramente no serviría de nada.


     El caso es que al final no pude hacer nada para evitar que Naia no fuera entrenada.

*-*-*


miércoles, 19 de junio de 2013

Nueva historia. Páramos. Capítulo 1.

El sonido martilleante del despertador acaba con toda la magia de un sueño reparador, y entreabro los ojos, dejando que una minúscula rendija de luz contraiga mis pupilas. Entonces recuerdo qué día es hoy, y haciendo la croqueta a la velocidad del rayo, me caigo de la cama, dándome un fuerte golpe en la nuca. "Beh, igualmente, si no fuera porque me he caído nunca me habría despertado del todo", pienso, decidida a ver el lado positivo de las cosas.
Pero entonces recuerdo quién soy de verdad. Soy Ada Sage, no Heidi de las praderas, y tengo que comportarme como una chica seria y responsable, sobre todo hoy. Me dirijo a la cocina, y veo que mi madre ya está levantada. Se ha puesto un vestido lila que le regaló mi padre por su aniversario cuando yo era todavía muy pequeña. Cuando me ve entrar, se sobresalta:
-¡Ada! ¿Todavía no te has vestido? Pero, ¿qué haces en pijama? -exclama. -¡Tienes que ponerte el uniforme, rápido!
-Vale, vale -replico somnolienta. -Ya voy.
-¡Venga, deprisa! ¿Dónde está tu hermana? -me pregunta, llevándome de la mano hasta el baño, y peinándome la enmarañada melena con un cepillo.
-No sé -respondo, bostezando. La verdad es que no lo sé. ¿Cómo lo voy a saber, si hace un momento ni siquiera sabía quién era yo? Mi madre resopla exasperada e intenta recogerme el pelo en lo alto de la cabeza con su pinza en forma de flor blanca, pero éste se resiste tanto que al final ella se rinde, recurriendo a mi cómoda trenza habitual. Le lanzo una mirada fulminante a la chica de ojos verdes y otoñales del espejo. Más le vale a esa niña del espejo comportarse para no deshonrar a la familia, para variar. Arrugo la nariz, y las pecas que me salieron este verano resaltan sobre la piel blanca. Mi madre me observa, preocupada:
-Será mejor que dejemos esto ya y vayas a vestirte -me dice.
-Vale -respondo, y salgo disparada a mi habitación. El uniforme negro y plateado cuelga del respaldo de la silla. Seguramente mi madre lo lavó ayer, lo cual tiene mucho mérito, ya que tengo que ponérmelo todos los días, y últimamente no hay mucho dinero para comprar dos uniformes de combate. De hecho, muchas familias comparten uno todos, o no tienen, porque cuestan una auténtica fortuna. Mis padres se gastaron mucho dinero en el mío cuando cumplí los diez años.
Recorro con los dedos las desgastadas mangas. No, por mucho que lo laven las marcas y los recuerdos siempre estarán ahí. Me quito el pijama y me enfundo en el traje, mientras un escalofrío me recorre la espalda. Hoy es el gran día. Hoy, además de la comodidad y el respeto que me infunde el uniforme, también siento otra cosa, solo que no sé ponerle nombre. Me miro en el espejo de cuerpo entero de mi habitación. Me siento como en uno de esos momentos en los que pareces otra persona, cualquiera, menos tú. Sostengo el arco con flechas tallado a medida que me pertenece desde hace unos años, y mi espada favorita, a la que llamo "Prosyneski". Vuelvo a contemplar mi reflejo. No me convence, pero es lo que hay. Recuerdo a mis entrenadores, y pienso en lo que dirían si me vieran: "Porte alto, orgullo por ser lo que eres, pero no sobreestima. Humildad pero no desconfianza". Así que enderezo la espalda, apuntando con la barbilla hacia adelante. Creo que con esto ya es suficiente. Bajo a la cocina, otra vez.
-Ya estoy -anuncio.
-De acuerdo, vámonos ya -responde mi madre, y veo que tiene las mandíbulas fuertemente apretadas y hay cierta tensión en su voz: está nerviosa.
-No va a pasar nada, mamá. Ya hemos hecho esto miles de veces, pasa todos los años -la intento tranquilizar, pero no da resultado.
-Está bien, vale. Vámonos -me contesta, y justo entonces entra mi hermana por la puerta, vestida con un traje rojo. Me vuelvo hacia mi madre con gesto de desesperación:
-¡Mamá! ¿Cómo puedes haberlo olvidado? ¡El rojo es el peor color que podíais haber elegido! ¡Ahora sí que nos expulsarán! -grito, en cuanto la veo entrar.
-¡Mónica! -grita también mi madre. -¡Te dije que te pusieras el vestido azul!
El rojo es el color de la rebeldía, por eso aquí evitamos utilizarlo, sobre todo es días como este, en los que la gente de otras ciudades nominará a los jóvenes mayores de diecisiete años que mejores sean en los entrenamientos y que más hayan estudiado este año, y les harán pasar por unas pruebas que solo podrán superar algunos. Después, nombrarán ganador al que más haya resistido y le mandarán a su casa con un premio que muchas veces es bastante generoso, comparado con las condiciones de vida que hay aquí. Hasta ahí, las tradiciones de nuestros pueblos podrían denominarse hasta como "normales", pero cuando te dicen que, si sales elegido podrías morir, ser torturado o hacer que te arrancaran el alma si no ganaras, la cosa cambia.
Mónica hace un ruido como de gato enfadado, pero accede:
-Vale, ya voy -murmura, saliendo de la cocina.
-Bien, en cuanto tu hermana salga nos iremos -me dice mi madre. Y ya sé lo que eso significa. Dentro de dos años empezaré a entrar en la selección, y podrán elegirme. Lo peor es que ni siquiera puedes entrenar mal aposta para que no te elijan, porque siempre te acabarán pillando y castigándote con azotes, latigazos o cosas peores.
Mi hermana vuelve a los pocos minutos, con esos bucles oscuros resbalándoles por los hombros. Clava sus ojos dorados en nosotras:
-Mamá, ¿nos vamos ya? -le pregunta a mi madre. Mi hermana es realmente una de las pocas personas que conozco que, aunque a veces puedan parecer tontas son realmente las primeras en las que puedes confiar. No sé por qué digo esto, simplemente me viene a la cabeza cada vez que, en estos días difíciles es la que se encarga de levantarnos los ánimos a mi madre y a mí.
-Sí, vámonos ya -contesta mi madre. Camino por la calle como si me pesaran los pies, aunque sé que no me podrán elegir no deja de ser doloroso ver cómo nos manipulan desde que nacemos. Mientras pienso en esto noto un picor en el antebrazo, y recuerdo entonces la cicatriz de la herida que me hice el otro día entrenando. Sin saber por qué esto me lleva a la conclusión de que he crecido con heridas, sangrando por mantener mi puesto en el entrenamiento. Miro a Mónica, su forma de andar por la calle, creyendo que la vida es solo diversión, y me dan ganas de gritarle al mundo que yo también soy una persona. Pienso. Existo. Vivo.
Cuando llegamos a la plaza nos cuesta encontrar un sitio en el que podamos ver. Aunque no me importaría nada perdérmelo, mi madre sabe que no es ético escaquearse de estas cosas que involucran y afectan a todo el pueblo; así que cojo de la muñeca a mi hermana e intentamos sortear a la gente que tapona la plaza. Es entonces cuando veo unas zapatillas de color marrón, desgastadas por el uso, acercándose a mí. La zancada que dan esas piernas largas es relajada y a la vez tensa en el gemelo. Sonrío. Solo una persona en el mundo podría hacerme sentir tan segura. Levanto la cabeza y me encuentro con esos ojos color verde pardusco y esa mata de pelo de color rubio tostado, casi marrón.
-Ya pensaba que os ibais a ir de pingo y no me invitaríais -me dice a modo de saludo, pero sonríe. -¿Dónde estabais?
-Mi hermana se ha puesto un vestido rojo y ha tenido que ir a cambiarse -respondo, devolviéndole la sonrisa involuntariamente. Él asiente, dándome a entender que lo ha comprendido y es consciente de la gravedad y de todo lo que está en juego. A veces pienso que él, Noé, mi amigo de toda la vida es mucho más consciente de lo que pasa a nuestro alrededor que cualquiera de las personas adultas que conozco. Justo entonces suena el timbal.
-Lástima -comenta Noé, a pesar de que todo el mundo se arremolina atemorizado alrededor de la mesa en la que están los Irabitas. -Ese timbal sigue desafinado. Si lo arreglaran, sería una gran ayuda para la sociedad -añade, casi gritando, para que los Irabitas le oigan bien. Ahogo una carcajada. Los Irabitas son los que seleccionan a los jóvenes que participarán. Normalmente suele ser gente sabia que presume de conocimientos. Veo que un hombre se acerca a Noé y le llama la atención. No entiendo muy bien lo que dice, pero me lo puedo imaginar cuando Noé responde:
-¡Bueno, bueno, vale, tranquilo! ¡Tiene uno un buen oído musical y ya se le echan encima! -exclama con indignación. Yo estoy a punto de reírme de nuevo, cuando veo que uno de los Irabitas, el de la túnica color amarillo pálido y verde botella saca un pergamino amarillento y lee lo que hay escrito:
-El Consejo de Irabitas ha tomado una decisión -anuncia, y le pasa el pergamino a uno de los Irabitas de túnica blanca. Éste lee:
-Del pueblo de Rush participarán Ágora Mille y Chewen Mij. De Mólide participarán Clúdire Bonet y Pégores Mojtángome. De Hiruide hemos seleccionado a Loida Duttembrech y Ayaum Cutlem. De Youraibe han sido elegidos Ezra Demig y Violeta Shariga -la siguiente pausa se me hace eterna, y cuando el Irabita pronuncia las siguientes palabras siento que se me cae el alma a los pies: -De Nagash hemos elegido a Noé Asensio -tiemblo, sé qué nombre va a salir ahora, porque si no, no habría historia; no me cuadra en la cabeza, el protocolo lo prohíbe, pero de alguna manera sé que será así -, y a Ada Sage.
Oigo murmullos a mi alrededor, es imposible, no puede ser. Voces que gritan que no nos pueden elegir, que somos menores de diecisiete. Gente enfadada. Me mareo y algo se me paraliza, rezo para que ese órgano que siento que me falla no sea mi corazón. Noé. ¿Por qué a él? ¿Por qué nosotros? Si hay algo que me asusta más que ser elegida es que lo elijan a él. Si de verdad lo han elegido... Si no hay ningún error -y mi instinto me dice que no lo hay- entonces ya no quiero seguir viviendo. Mi subconsciente lo ha decidido, y antes de que pueda pensar en lo que estoy haciendo, mi cabeza choca contra el suelo y solo veo sangre.